13 de marzo de 2014

LIBERTAD. Maria del Mar Alvarez


El gorrión se posó en el alféizar de la ventana y dudó en entrar. Asomaban los primeros rayos de sol, cálidos y agradables. Se entretuvo un rato en el zócalo picoteando algunas migas de pan. Un festival de colores alegraban el ventanal lleno de geranios, claveles y gitanillas de cuyos pétalos todavía húmedos por el rocío se desprendía un aroma embriagador.
A medida que pasaba el tiempo y los rayos de sol se intensificaban el gorrión esperaba impaciente para reencontrarse con su admirado ídolo.
Cuanto más hermoso luciera el sol mas brillante sería su actuación.
Unos minutos más tarde llegó una golondrina que acababa de volver a su nido después de un largo periodo de migración. Tampoco estaba dispuesta a perderse el espectáculo.
Las flores también esperaban impacientes, pues les tenía robado el corazón.
De pronto se abría la ventana, una persiana de madera se enrollaba y tras sujetarla con un nudo en un cordel, asomaba una mano fuerte y ruda de dedos gruesos y piel morena que sostenía con delicadeza una jaula de gran tamaño de color dorado y con diseño árabe.
En su interior se alojaba un canario de plumaje amarillo brillante cómo el sol.
Sus gorjeos eran hermosos y afinados.
Todos lo observaban embelesados cómo si fuese un ser superior.
-¿Por qué yo no tengo un plumaje tan bello ni puedo entonar un solo trino cómo el?- se preguntaba el gorrión.
-Es tan hermoso y elegante….- suspiraba la golondrina.
Las flores se apoyaban unas en otras, mimosas y románticas dejándose mecer por la brisa y por supuesto sin quitar ojo al galán.
Estaban entusiasmados con el espectáculo cuando el canario se quedó en silencio y con mirada triste y melancólica se dirigió a ellos:
-No sé que admiráis de mí….. Nunca pasé frío ni hambre, tampoco sed. Es cierto, pero mi plumaje y mi canto sólo son dones otorgados por la naturaleza, no tienen ningún mérito a mi parecer. Por el contrario, pagué un alto precio por ellos, lo más valioso que pueda tener cualquier ser vivo “la libertad”.
Todos lo miraban absortos e incrédulos.
-Amigos, entregaría el resto de mi vida encarcelado en ésta jaula, por disfrutar de un solo vuelo hacia el cielo y obtener por una vez la visión del mundo exterior. Poder calmar mi sed en un pequeño charco de lluvia, viajar en compañía, cómo tú, querida golondrina, cuando te marchas con tus hermanas en otoño en busca de una nueva primavera.
Con tu plumaje discreto y tus pequeños trinos me conformaría, serían más que suficientes para hacerme feliz gorrioncillo.
Sin embargo, mi belleza es efímera, mis alas están atrofiadas y sin fuerza por que nunca pude desplegarlas para alzar el vuelo y mis garras son débiles. Lo único que puedo hacer es cantar, mi canto es a la libertad, por eso sois dignos de mi admiración amigos….
Todos quedaron entristecidos y pensativos después de escuchar atentamente el discurso del pobre pájaro.
Amanecía un templado y nítido día primaveral, cuando volvieron a sacar al canario en su jaula para que comenzase su concierto rutinario. No salía de su asombro cuando miró al frente encontrándose con una bandada de pájarillos alegres y alborotados, dirigidos por el gorrión y la golondrina, acudieron entre todos , con sus picos abrieron la puerta de la lujosa jaula, ayudando a su amigo a salir de ella. Conjuntamente lo sujetaron y alzaron el vuelo con él entre sus picos, volaron sin detenerse hacía el cielo azul, acercándose al sol mientras el ave reía sin parar, entonando el trino más hermoso de su vida. Era feliz…

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