Yo vivía en
un bosque junto al mar, y como de costumbre mis hermanos y yo después de comer
y hacer los deberes, nos bajábamos a jugar,
nos inventábamos historias, pero esta que relato, no es inventada, ocurrió de verdad. Mi hermana pequeña Paula y yo
(Alicia), nos habíamos escondido para ver si nuestro hermano Javier nos
encontraba. Cuando lo oímos gritar.
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¡Un tesoro, un tesoro ¡
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¿Un
tesoro? Anda, eso no es un tesoro. – le dije dándole un cosqui
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yo
lo quiero ver, yo lo quiero ver – botaba Psuls desde su silla
Javier quería partirla. Yo se la arrebate y salí corriendo
hasta casa, mis hermanos me siguieron. Le
di la botella a mamá. Mamá sorprendida observó la botella.
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Pero
esto que es, esto no es tierra tiene un sobre.
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Yo
lo quiero ver – repetía Paula nerviosa
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lo encontrado yo. – clamaba orgulloso Javier
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Callad,
que estoy leyendo.
Mamá nos dijo que era
una carta. Y nos dijo que había dinero y que lo que contenía la botella era,
una persona muerta, que eran sus cenizas, que procedía de la ciudad de los
rascacielos y que el finado como le gustaba viajar, su esposa había puesto
dinero, para que cada persona que lo encontrara, lo cambiara de botella, y le
escribiera para seguir la trayectoria de
su marido.
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