El Dr. Alejo murió asesinado,
indudablemente murió estrangulado.
Esta es la crónica de una muerte
anunciada. El Dr. era conocido por todo el mundo cómo un hombre serio y muy
respetado en su profesión, la de médico forense. Sin embargo tenía una faceta
desconocida por todos: la de un ser perverso y sin escrúpulos capaz de llevar a
cabo la mayor de las locuras con tal de satisfacer su propio ego.
Se dedicaba al tráfico de órganos, su
cómplice era una de las personas más influyentes de la ciudad, el juez Narváez,
otro ser corrupto y narcisista, conocido en todos los garitos por su gran
adicción al alcohol.
Era el encubridor de todas las
artimañas del Dr., claro, siempre y cuando sacara partido de éstas, sus dotes
de persuasión eran inagotables.
Un mes antes se produjo un accidente
de tráfico en el cual falleció un hombre de mediana edad, murió en el acto.
El juez acudió a presenciar el
levantamiento del cadáver junto a su colega el Dr. Alejo, que ya tenía preparado
todo lo necesario para llevarse el cuerpo
al tanatorio y allí hacer la extracción del corazón para enviarlo
rápidamente a un cliente dispuesto a pagar una fortuna por un trasplante que le
salvara la vida.
Este era un viejo y repugnante
pederasta que había amasado su fortuna siendo el líder de una red de
pornografía infantil.
El Dr. y su falta de escrúpulos le
brindaban una segunda oportunidad de vivir a este ser despreciable.
Pero el juez, arrastraba un oscuro
pasado que daba lugar a su carácter déspota y amargado, había sido víctima de
abusos sexuales en su niñez y juzgó en su día a éste individuo, tuvo que
visionar fotografías donde se cometían verdaderas aberraciones que removieron
aún más si cabe su destructivo pasado. Sufrió la impotencia de no poder
encarcelarlo por falta de pruebas.
Enloqueció al ver que había sido
partícipe de éste gran despropósito y sin dudarlo un momento pagó a un sicario
para que fuese al hospital donde acababan de intervenir de un trasplante de corazón a este monstruo ,y lo desconectara
de los aparatos que le mantenían vivo. Seguidamente sin demora, bajó al desván
y cogió una soga. Con ella en la mano partió hacia la casa del Dr. Alejo….
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