Una mañana de verano a mi hermano pequeño, que por cierto es
una polvorilla, se le ocurrió la brillante idea de subirse a un árbol cercano a
mi casa para coger un nido de pajarillos. ¡Pobres crias tan pequeñas e
indefensas!
Colocó el nido en el pollete de la ventana de casa que daba
justo al patio.
El primer dia muy decidido, se dedicó a alimentar a los pajarillos dándoles migas
de pan mojados en leche. ¡Abrian los picos desesperados por comer!
Pasados los primeros días de la novedad comenzó a olvidarse
de ellos, tanto se olvidó que no les daba ni de comer, triste futuro les
esperaba a las pobres crías.
Pero ocurría algo muy extraño, pasaban los días y los
pajarillos seguían vivos y no sólo eso, sino que cada vez tenían mas plumas y
estaban mas grandes ¿Cómo era posible?
Una mañana temprano escuche un repiqueteo de alas en la
ventana, me levanté y muy sigilosamente me acerqué hasta allí. ¡Cual fué mi
sorpresa! La madre de las crías se había colado por los barrotes de la reja que
protegían la ventana y los estaba alimentando.
Esta escena me causó tal lástima que ni corta ni perezosa
decidí devolver el nido al árbol de donde mi travieso hermano lo había robado.
Cómo era de esperar, a mi hermano no le gustó nada la idea,
incluso me dejó de hablar, pero……. ¡y lo felices que se sentirían los
pajarillos al estar de nuevo en casa!
No hay comentarios:
Publicar un comentario