Aún recuerdo
tú mano sobre mí mano alzadas en aquel inmenso cielo negro, en busca de una
estrella. Que sin saberlo marcaría en menor o mayor grado nuestras vidas.
Estábamos tan ensimismados buscando la estrella, que el tiempo se evaporo muy rápido, cuando
quisimos darnos cuenta, era demasiado tarde.
José Miguel me acompaño en su coche a casa. Mis padres estaban muy
alterados, no sólo por las horas que
era, habían intentado localizarme sin lograrlo, habían llamado a casa, mi
abuelo Francisco estaba grave, y teníamos que irnos unos días al pueblo.
Una vez
en el pueblo, el abuelo no mejoraba,
aunque tampoco se agravaba, para colmo
por exigencia de la empresa a papá, lo destinaron a otra ciudad, por
consiguiente, tuvimos que irnos con él,
todo sucedió muy rápido y sin apenas recuperarnos de la pérdida del abuelo.
Hoy sentada
en el salón de casa, leyendo un
libro, como sí la memoria me jugará una
mala pasada, recuerdo aquella noche con
nostalgia. Todavía me pregunto ¿si nuestras vidas no se hubieran separado, si
hubiera aparecido la estrella, que buscábamos?.
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