De niños, todas las tardes que podíamos mis
hermanos y yo, íbamos a casa de los abuelos y jugábamos en el parque Calderón. Uno de esos días, desobedeciendo a mi abuela,
y aprovechando que no estaba en casa nos
llegamos hasta el puente San Alejandro.
- ”Mirar” ¡ qué pez tan grande!
_¿”Adónde”- pregunté al mayor de mis
hermanos.
_Ahí, ¿es
qué no lo ves?
_Nooo, yo quiero verlo.
Sin pensármelo dos veces, metí mi cabeza por
los barrotes , de tal forma que no podía
sacarla, con la ayuda y esfuerzo de los demás, lo logré.
Al llegar a casa, la intuición y nuestras
caras, hizo que la abuela sospechara que algo había ocurrido, cuando Pepito le
contó lo acontecido temiéndome lo peor al verla dirigirse a mí, me tapé la
cara, mas a ella sólo se le ocurrió
levantarme la falda y exclamar.
-¡¡Menos mal qué te cambiaste de bragas antes
de salir!!
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