21 de octubre de 2010

Preocupación. Caridad Leiva

No sé por qué razón se me quedó grabada aquella escena que no tenía nada de extraordinario. Era un día cualquiera como otros tantos, yo había salido con mi hija Consuelo, de ocho años, a dar un paseo por el campo mientras ella daba alguna que otra carrera se paraba en los rrematojos , me charloteaba . Yo iba inmersa en mis pensamientos; a lo que ella me interrumpió y me dijo: ¿mamá qué piensas? Le digo ¿por qué hija? ¡es que no me haces caso¡.
En ese momento me di cuenta a lo que mi cabeza le estaba dando vueltas, y que por lo visto me preocupaba. Cuándo atendí su inquietud era que mirase un camaleón (ella como siempre con pena por los animales ) me decía ¡mamá está muy delgado¡¿Qué comerá? ¡Insectos hija¡ ¿Cuál? Anda Consuelo moscas y algunos más¡. Se quedó satisfecha y mientras quedó distraída con el animal, volví a lo que me preocupaba qué era?.Pues que al día siguiente tenía que terminar y entregar mi primer escrito en clase, hasta ese momento no sabía cómo lo seguiría, pero ví claro cómo se desarrollaría y terminaría¡ fue en décimas de segundos! Sabía que al fin sería entregado con razón de ser.

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