21 de octubre de 2010

La pluma del joven Ernesto. Margari Ferrer.

El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había arruinado:
-Vengo a entregarle mi arma, después de todo es lo único que me queda. Sé que ha considerado que dejándola en mi poder voy a quitarme la vida, pero... pensándomelo muy bien ¿porqué no lo hace usted mismo?
Ya veo, no tiene agallas suficientes y esta no es la pluma que utiliza para dar su estocada.
¡Ah! Que eso lo hacen sus sirvientes, que usted no se mancha las manos, claro, ¡Perdóneme Señor Rodríguez! ¡No faltaría más!
Me esta mirando el traje ¿verdad? Sí negro riguroso. Me pareció lo más oportuno después de encargarme de su familia.
Como acostumbra usted, otro ha hecho el trabajo sucio. Y no se preocupe, también e dejado las suficientes pistas y motivos para que lo culpen; así que me marcho.
En pocos minutos vendrá la policía, ¡mire! ya oigo las sirenas.
Con mi arma en su poder ya esta todo resuelto. ¡Hasta siempre señor Rodríguez! ¡Enhorabuena! Acaba de matar a su esposa e hijo.

Y serenamente, el joven Ernesto, dio media vuelta y se marchó.

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