21 de octubre de 2010

NO MALTRATES AL GATO –Carmen García

El joven Ernesto empuñando una pistola se presentó en casa del hombre que le había Arruinado la vida.
Le había visto salir y rompiendo un cristal del ventanuco del sótano se introdujo con la pretensión de esperarle hasta que volviera y así terminar lo que le había llevado hasta allí.
La altura desde la ventana hasta el suelo era considerable y fueron varias las vueltas que dio por el suelo hasta ir a parar sobre unas bolas peludas que le recibieron de muy mal humor.
Arañado, dolorido y malhumorado, Ernesto la emprendió a patadas con aquellos animalejos que se había interpuesto en su camino.
Más tarde, acurrucado en el primer piso desde donde podía contemplar todo el vestíbulo, temblando de frío y miedo, rodeado de sombras, pudo contemplar los ojos de los gatos a los que había maltratado, terriblemente brillantes, vigilantes y malignos.
Ernesto, con la pistola preparada, se desplazó hacía la escalera con la intención de disparar a aquellos diablos.
Le estaban volviendo loco, ya no recordaba para que estaba allí, solo quería que le dejaran en paz, que no le miraran, terminar con el pánico que le embargaba.
Ofuscado, con la mano en el gatillo,, puso el pie en el primer escalón, no le dio tiempo a nada más, sombras oscuras de ojos malvados se le enredaron entre las piernas y su cuerpo descendió en piruetas patéticas hasta caer en el vestíbulo ya cadáver como un muñeco roto.

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