8 de octubre de 2010

El árbol y el toro. Luis Rincón.

No sé porque razón se me quedo grabada aquella escena que no tenia nada de extraordinaria. Era un dia cualquiera. Como otros tantos, yo había salido con mi hija Consuelo, de ocho años, a dar un paseo por el campo.* Vivíamos en una finca de labor y nuestro terreno lindaba con un camino vecinal. Teníamos nuestra alambrada que daba a ese camino y la de enfrente correspondía a una dehesa de toros bravos. Diariamente veíamos desde nuestra casa las labores de los caballistas conduciendo el ganado bravo de un sitio a otro de la finca.

Por eso, el ver a los ganaderos corriendo a los toros por el sitio acostumbrado he dicho antes que era una escena que no tenia nada de sorprendente para nosotros. Claro que eso fue a primera vista, cuando me fije mas detenidamente vi que ocurría algo extraordinario. Uno de los toros había saltado limpiamente la alambrada y embestido a un matrimonio que viajaba a lomos de un mulo, marido y mujer cayeron al suelo y, mientras el astado se ensañaba con el mulo, ellos corrieron hacia un árbol, a pesar de que eran de una edad mas que mediana, treparon hasta las ramas mas altas con una facilidad pasmosa.

Cuando ocurrieron los hechos la escena tuvo que ser dramática pero cuando nosotros llegamos y nos fijamos bien, a mi me resultó mas bien cómica. Aquellas dos personas subidas al árbol pidiendo socorro y el toro mirando hacia arriba desafiante, parecía cosa de cine o del tebeo. Al cabo de un rato llegaron tres caballistas, mientras dos de ellos se llevaban al animal, el otro ayudó al matrimonio a bajar del árbol lo cual hicieron sanos y salvos aparte de algunas magulladuras,. Seguro que nunca olvidaran ese día.
EL Puerto 21-9-10

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