29 de noviembre de 2010

DESOLACIÓN. Margari Ferrer

“Bajo la primera capa de pintura que quitaron apareció una imagen sorprendente”.

El Macael tallado mostraba unas facciones sobrecogedoras; con la mirada inquieta pidiendo auxilio y unos labios expresando terror, parecía salir de la pared.

Antonio y su viejo abuelo el escultor Juan, a pesar de quedar profundamente espantados, decidieron sacarla con todo el mimo y cuidado que requería.

Paralizaron las obras en la casa cueva, pues, recuperar el rostro de su madre desaparecida años atrás, corría más prisa que enriquecerse alquilando su antigua vivienda.

Después de despedir a los obreros, comenzaron a picar laboriosamente la pared.

-Es ella ¿verdad?-
-¿Crees que olvidaría la cara de mi hija?... Sí, es ella-
-Pero... abuelo es tan idéntica-
-Lo sé, calla hijo y continúa con cuidado que ya falta poco-

El suave sonido de la piqueta, fue descubriendo una cabeza perfectamente tallada, hecha para un verdadero museo de horrores.

El trabajo estaba casi hecho, solo había que tirar. Pero esos tirones no cedían, algo se apoderaba de ella, como si no la dejase marchar.

-Parece clavada a algo abuelo, por más que tiro no sale.-
-Sigamos descubriéndola a ver de que se trata-
-Tengo miedo abuelo-
- Jamás pensé que lo diría, pero yo también.-

La herramienta continuó golpeando cuando Antonio soltó un escalofriante grito.

-¡Sus ropas abuelo! Estoy seguro de que es ella... ¿Quién ha podido hacerle esto?-

Un golpe. Solo de oyó un golpe seco cuando Antonio giró la cabeza. Días después los carteles de búsqueda del joven Antonio poblaban los árboles y escaparates del pueblo.

Juan, desolado, junto a miles de vecinos, recorría las calles con anuncios pidiendo colaboración ciudadana. Pero jamás supieron nada de él.

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